La Policía Nacional recibió la llamada de una persona que alertaba de que a su madre acababan de estafarle 40.000 euros que tenía en dos bancos.
Mediante mensajes al móvil, los estafadores lograron hacerse con las claves secretas de las tarjetas bancarias.
La rapidez en la denuncia permitió la intervención policial y el bloqueo de las cuentas. De los 40.000 euros pudieron recuperarse 38.500.
Fue un éxito, porque apenas pasaron unas horas desde que conocimos la estafa ya que este tipo de delitos no suelen resolverse con tanta rapidez.
Cuando pasan 24 o 48 horas todo se complica, porque en cuanto los estafadores obtienen el dinero, lo mueven entre distintas cuentas situadas en España y en el extranjero. Puede terminar en bancos de Estonia, Letonia o Corea del Sur.
Son miles de euros estafados los que se mueven cada día mediante transacciones bancarias en cuentas creadas por intermediarios (mulas) y que van de ciudad en ciudad, de país en país.
Mafias internacionales lanzan las estafas cibernéticas que llegan a cualquier rincón en forma de correo electrónico, de mensaje SMS , de llamada telefónica o de inversiones . Mentiras que se propagan por Internet y por las redes sociales y que están arruinando a decenas de familias que han sido víctimas de estas estafas.
Se aconseja desconfiar de cualquier mensaje que ofrezca dinero fácil y rápido. «Nadie regala nada»
Hay casos recientes en los que varias familias perdieron todos sus ahorros . Los estafadores hacían creer a sus víctimas que estaban ganando 200 euros al día invirtiendo en empresas punteras, y sin hacer nada.
Los investigadores reconocen que hay que hacer pedagogía con este tipo de delitos. Todo el mundo identifica lo que es un robo físico y desconfía sin dudarlo de una persona que lleva un arma, que fuerza una puerta o que va enmascarada. Pero en Internet no sucede lo mismo y cualquier persona es capaz de entregar dinero a desconocidos para comprar algo que muchas veces no existe.
En esas transacciones se envía dinero y se ceden datos a personas que no conocemos de nada.
Los argumentos utilizados son variados, pero siempre con el mismo objetivo: que la víctima haga clic en un enlace y de esa forma ella misma active la estafa.
Otros mensajes avisan de un paquete perdido que nadie espera, de una cita para la vacuna del covid que no toca, de que el banco bloquea la cuenta si no se pulsa un enlace, de que nos ha tocado un premio millonario de una lotería a la que nunca hemos jugado o de que tenemos pendiente el cobro de la herencia de un familiar chino que nunca hemos tenido. Las organizaciones delictivas se hacen pasar por organismos como Correos, la Seguridad Social, la DGT e incluso la Guardia Civil.
El temible phissing, y su variante smishing, han experimentado cambios preocupantes.
Los estafadores obtienen los datos personales o de cuentas bancarias mediante los mismos mensajes fraudulentos, pero ahora su uso por parte de los ciberdelincuentes no es inmediato. «Puede que utilicen esos datos al cabo de una semana o de un mes, lo que dificulta la investigación pues, entre otras cosas, la víctima ya no recuerda haber recibido ningún mensaje extraño y, mucho menos, haber clicado en el enlace». Pero sí que lo hizo, y sin saberlo abrió la puerta a sus datos privados y a sus cuentas bancarias.
«Nunca se deben dar datos personales. Y hay que tener claro que todo lo que se recibe sin haberlo pedido debe hacernos pensar que puede ser parte de una estafa».
¿Qué ocurre con los datos robados? ¿Adónde van? ¿Quién se los queda? Los investigadores tienen varias respuestas, y todas son igual de malas. Esa información sensible y privada suele acabar en manos de organizaciones muy profesionalizadas que los usarán para hacerse con dinero de sus víctimas, para hacer compras en su nombre o para abrir cuentas en las que ocultar las ganancias de las estafas. Y hay algo peor. Los investigadores tienen constancia de la existencia de un mercado negro en el que se venden paquetes con los datos obtenidos en las ciberestafas. A ese mercado se accede a través de la Dark Web o Internet oscura, que es un grupo de sitios de la Red a los que solo se puede acceder mediante navegadores especializados. Ese entorno funciona de forma totalmente anónima y por eso alberga aplicaciones legales e ilegales. Para entrar en ese mundo hay que tener ciertos conocimientos informáticos, por eso ese mercado también se ha extendido a redes sociales como Telegram. Ahí tenemos chats de grupos privados en los que se pueden comprar paquetes de datos de tarjetas bancarias obtenidos mediante las estafas ,se trata de una industria en la que no solo se enriquece el que ejecuta el phissing o cualquier otro método de obtención de datos privados, sino también el que compra las claves de esas tarjetas bancarias.
AA lo mejor no todas sirven porque algunas tarjetas han sido bloqueadas por los bancos, pero otras sí permiten hacer pagos y compras sin que sus dueños lo sepan hasta que les llegan los cargos.