Nos adentramos en el indescifrable universo de las criptomonedas y perdemos el dinero
Aparte de las drogas, el arte del el mercado más grande y menos regulado del mundo es el de las criptomonedas, que ha superado ya el billón en estafas y otras actividades ilegales.
Soy una de esas 7,5 millones de personas que en España, se han adentrado en el criptoespacio. Una tierra sin ley que regala tantos sueños como roba. En los dos meses que me he convertido en trader de criptomonedas, las casas con vistas al mar que compraba por las noches se evaporaban cada mañana. Aventureros, visionarios, perdedores, estafadores. Miro a mi alrededor digital y pienso que parecemos un asentamiento de buscadores de oro en el lejano oeste, contagiados de la fiebre que acabó con la mayoría de ellos. Nos creemos los futuros millonarios y unos pocos lo serán.
Entré por primera vez en criptolandia en el otoño de 2017, cuando todo lo que se podía comprar en una plataforma de intercambio como Coinbase era bitcoin, ethereum y litecoin. Los medios se llenaron de historias como la del chaval estadounidense que convirtió los 1.000 dólares que le había regalado su abuela por su duodécimo cumpleaños en 2011, cuando bitcoin valía menos de 12 dólares, en más de un millón en diciembre de 2017, momento en que superó los 19.000. Aunque llegué tarde, en cuestión de horas, mis 700 euros duplicaron su valor, y apenas si logré controlar la mano para darle al botón de “vender”.
Hubo quien quien aprendió por las malas las dos lecciones que todo trader debe conocer: hasta que no has vendido no has ganado nada, y este es un negocio de suma cero, es decir, todo lo que gana uno lo han perdido otros.
Se dice que en el futuro no existirán las tarjetas bancarias: todo el mundo tendrá un billetero digital (donde se guardan las criptomonedas). Un mundo sin bancos, en el que las personas se ofrecen préstamos entre sí y controlan las tasas. Junto con el de hacerse millonario, este es el otro gran sueño de la comunidad cripto: una economía descentralizada y un hervidero de estafas que rondan al rededor de las famosas criptomonedas donde miles de personas son arruinadas cada año.
$MEME acaba de cerrar un acuerdo con Token Fighter, otro proyecto de NFT que tiene la particularidad de que los personajes de sus cromos pueden pelear en un Street Fighter online. Este es uno de los escasos proyectos que nacen casi en silencio y no piden dinero antes de empezar. En el extremo opuesto estaría Mortal Kombat Token Revived ($MKTR). Los responsables se inventaron un acuerdo de copyright con Warner Bros que iba a hacerlos a todos ricos. Decenas de personas enviaron dinero a una cartera privada para conseguir la moneda a un precio de preventa muy ventajoso. Al día siguiente, el chat de $MKTR en Telegram había desaparecido y los que habían invertido contemplaban cómo sus ethereum se movían por el blockchain, de transacción en transacción, hasta desvanecerse a través de una plataforma de intercambio, no se sabe rumbo a qué país.
“La persecución de estos delitos se complica por su carácter internacional”. Aunque es pequeño y autodidacta, el equipo de la Policía Nacional especializado en criptomonedas tiene cada vez más recursos. “Somos capaces de rastrear el dinero, incluso cuando se ponen medidas para ocultarlo. Ayudaría en la captura de estos delincuentes que las plataformas de intercambio fueran sujetos obligados, como los bancos, y reportaran movimientos extraños”.
Los hay que, como Jodan Lyall, creen que el espacio DeFi será capaz de autorregularse. Otros, como ChokeTheHippo, consideran que no será posible si no se ataca la raíz del problema: “Hacen falta medidas más claras en entornos como Uniswap que controlen de forma eficaz la salida al mercado de las nuevas monedas”. Para él, esta situación no durará mucho más: “Un año o así. El nuevo gobierno de Estados Unidos tiene en su equipo a algunas personas cercanas al mundo cripto e impulsarán su incorporación en el sistema bancario tradicional y, con esto, impondrán medidas de regulación”.
Entretanto, todos en el espacio DeFi son sospechosos de estafa. Los influencers, por cobrar para promocionar tokens que acaban siendo una estafa. Las auditoras que evalúan los proyectos, por no señalar las brechas que encuentran y aprovecharlas después para lucrarse. “Y hasta las casas de intercambio”, “por comprar monedas muy baratas antes de anunciar que las incorporan a sus plataformas, y beneficiarse cuando la noticia dispara su precio”.
Yo he caído en todas las trampas: mis 700 euros pasaron a ser 3.000 y luego 500, para acabar siendo 50. Entre los buscadores de oro se acuñó un dicho que hoy se usa en el emprendimiento: “Para qué cavar una mina si puedes vender palas”.
Los cuatro socios, de Oviedo y A Coruña, lanzaron este verano Dextools (y su moneda $DEXT). Es una de las tres herramientas de medición más utilizadas en todo el criptoespacio, desde Singapur hasta Los Ángeles. En junio tenían 400 usuarios al día, hoy superan los 100.000. “En un mundo lleno de timos intentamos que el usuario pueda invertir de la manera más segura”. Entre otras utilidades, ofrecen una puntuación de los proyectos basada en criterios de calidad, como que la liquidez esté asegurada por un sistema DeFi de verificación.