Durante el año pasado, la fiebre de los NFT alcanzó cotas espectaculares. Y 2022 va a seguir siendo, sin duda, el año de los famosos Tokens No Fungibles que están haciendo cundir el pánico entre los jóvenes inversores y geeks al combinar criptomonedas y blockchain. Una locura favorecida por el creciente interés por el mundo del arte, los deportes y los medios de comunicación. Pero más allá de las ventas millonarias por estas obras de arte digitales, también se suceden las criptoestafas, con el objetivo de aprovecharse económicamente de esta nueva tecnología.
En teoría, se suponía que la tecnología blockchain facilitaría a los artistas digitales la venta de tokens, ofreciendo a los compradores un registro permanente de propiedad vinculado a la obra. Pero da igual por dónde lo mires, el ecosistema NFT ahora mismo es un caos.
Un desastre. Para ilustrar de lo que estamos hablando, basta con ver los últimos movimientos de OpenSea, el mercado más popular para NFT. La semana pasada, limitó repentinamente la cantidad de veces que los usuarios podían generar NFT de forma gratuita en su plataforma porque más del 80% de los que se crearon con la herramienta «eran obras plagiadas, colecciones falsas y spam».
Las estafas de NFT son un gran negocio. Incluyen de todo, desde hacerse pasar por un artista y realizar ofertas falsas en OpenSea hasta errores tipográficos y tráfico de información privilegiada. Incluso el jefe de producto de OpenSea, Nate Chastain, fue declarado culpable de cambiar NFT utilizando información privilegiada. Las estafas de phishing también crecen y destacados artistas digitales han dado la voz de alarma sobre lo fácil que es ejecutar falsificaciones.
Rebajando la importancia. La misma organización que marcaba ese 80%, sin embargo, revocó la limitación hace unos días después de las protestas de los desarrolladores de proyectos NFT. En un artículo reciente de The Guardian, que precisamente se adentra en esas pugnas de la plataforma contra el fraude y el robo, OpenSea trató de minimizar la gravedad del problema y afirmó que toma medidas contra 3.500 colecciones de NFT cada semana (eso apenas es el 0,175% de sus 2 millones de productos). Así, cuando casi todas las colecciones de NFT creadas de forma gratuita en la plataforma son spam o trabajos robados, uno se pregunta si OpenSea ahora está atrapado en un atolladero.
EN XATAKA MÉXICO
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Alerta de fraude. Para los artistas de DeviantArt, que alberga más de 500 millones de piezas de arte digital, el problema se ha vuelto tan grave que la plataforma implementó un sistema de alerta de fraude que escanea la cadena de bloques de Ethereum en busca de copias NFT de obras de arte. La plataforma ya ha emitido 80.000 alertas desde agosto, duplicándose a finales de año y aumentando en un 300% a principios de 2022.
Nadie se salva. El competidor de OpenSea, LooksRare, está plagado de otro problema grave: el comercio de lavado, un tipo ilegal de manipulación del mercado que infla el volumen y el valor del comercio al comprar y vender un activo para uno mismo o entre un grupo organizado.
Estafas y hackeos. La espuma de entusiasmo combinada con la débil infraestructura del mercado (la mayoría de los proyectos se ejecutan desde Discord, una plataforma de chat para videojuegos) también ha dado lugar a una cantidad espectacular de estafas y hackeos dirigidos a los inversores. Los NFT se usan para recaudar dinero para proyectos dudosos que terminan en fracasos estrepitosos o en un repentino «tirón de alfombra» donde los fundadores anónimos se llevan el dinero de todos.
El proyecto Evolved Apes NFT recaudó millones para ayudar a desarrollar un juego de lucha y cubrir los gastos. El desarrollador, «Evil Ape», desapareció con 2,5 millones de euros. Los creadores de Big Daddy Ape Club robaron 1,2 millones en tokens en Solana. Blockverse, un proyecto NFT no oficial de Minecraft, vendió 10.000 NFT poco antes de que sus creadores desaparecieran con más de un millón de euros.
EN MAGNET
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Sólo unos pocos se harán de oro. Estos no son incidentes aislados. Ahí está el caso de Vignesh Sundaresan, un coleccionista conocido como «MetaKovan» que compró el Beeple NFT de 60 millones que inició uno de los primeros ciclos de publicidad en torno a los activos digitales. Lo contamos en Magnet. MetaKovan era en realidad inversor de Metapurse, una firma con sede en Singapur que a principios de este año enumeró su misión como «democratizar el acceso y la propiedad de las obras de arte».
Metapurse compró 20 Beeple NFT, cuatro museos virtuales, una banda sonora y lo consolidó todo en un «paquete NFT» que ofrece propiedad fraccionada a través de 10 millones de tokens B20. Resulta que Beeple es un socio comercial de MetaKovan y posee el 2% de todos los tokens B20, mientras que MetaKovan posee otro 59%. Algo no huele del todo bien. A ganancias, eso sí. Y más cuando el 10% de los comerciantes representan casi el 90% de todas las transacciones.
Los pies en la tierra. Pero el dominio se está expandiendo a un ritmo vertiginoso. Bloomberg estimaba hace unas semanas que el mercado tendrá un valor de más de 40.000 millones de euros en 2022. Y es que el problema principal no es el tamaño del robo o el fraude, aunque estos son preocupantes, porque por ahora no representan un riesgo para nadie fuera de la comunidad criptográfica.
Sin embargo, lo que es preocupante y podría conducir al desarrollo de problemas sistémicos es que ningún escándalo, hackeo, robo o estafa es lo suficientemente grande como para moderar la insistencia de que los NFT representan el futuro de los activos digitales y su propiedad. En todo caso, se están utilizando para proponer categorías de objetos, bienes y servicios cada vez más nebulosos, abstractos y difíciles de manejar.